viernes, 30 de mayo de 2008

La Historia Interminable

Hola a todos,

Lúcida me ha porpuesto este relato encadenado al que he accedido, figura al final mi aportación y propongo a dos compañeras en esta red virtual para continuar si a ellas les parece bien. Ellas son

Armida Leticia

Alicia Maria


1.Cada persona pondrá el nombre de su blog delante de sus frases.
2. Enviará la historia a dos personas.
3. Las siguientes personas, al copiar el post, borrarán las direcciones de blog puestas, harán sus líneas y se las mandarán a otras dos, así sucesivamente.
4. No se puede devolver el post a la persona que te lo envió.
5. Y si te vuelve a tocar, no se la puedes enviar a la misma persona que se la enviaste
6. El blog número 100 terminará la historia y se la mandará al email leinad19xico@hotmail.com.
7. Si tenéis alguna duda ya sabéis donde localizarme.
8. ¡Ah! Última y muy importante regla, la persona a la que aviséis de que es la siguiente, sólo tiene un día para coger el relevo, si en un día no lo ha hecho no vale, y se lo tenéis que comunicar y cambiar de blog.Si esto sale bien, durará un máximo de 100 días y serán unas 1000 frases. El responsable de la idea es http://www.melees.blogspot.com/

Éste es el relato:

LA HISTORIA INTERMINABLE

Era impensable, no me lo podía creer, mi mente daba vueltas una y otra vez y no conseguía ser consciente de lo que había pasado, ya no había vuelta atrás, era todo tan confuso.Miré durante unos instantes el martillo ensangrentado, lo envolví en un paño que encontré en el primer cajón de la cómoda y lo escondí en el fondo del armario. A los tres minutos me encontraba en la calle, necesitaba airearme, pensar...En aquellos momentos mi mente aún no estaba preparada para ello... el aire gélido de la mañana cortaba mi rostro como un cuchillo acerado, aún sentía en mi pecho el ritmo acelerado de mi corazón sobresaltado por los espeluznantes hechos que había, en fracciones de segundo, vivido... Aún no podía explicarme cómo demonios había llegado el martillo hasta mis manos y porqué reaccioné de la forma tan brutal como lo hice... Sólo sé que había acabado todo, que era el fin de mi tortura y el comienzo de una vida mejor.Por primera vez, me sentí libre. Había logrado lo que estaba deseando hace mucho tiempo. ¿O realmente yo no lo había deseado nunca? Solamente las circunstancias me habían hecho llegar a aquel extremo en el que me encontraba.No, seguro que detrás de todo aquello había una fuerza misteriosa que me apoyaba. La pregunta era ¿Por que? Sacudí la cabeza.No me debía engañar por mas tiempo, no, yo ya se mi verdad, pero al estar dormitando tantos segundos de mi vida me va a costar despedazarla. Tal vez, la bruja de mi suegra no merecía brecha de tales dimensiones en su cráneo. Sin embargo, por una vez, creía haber hecho lo correcto.Por otra parte si yo no la hubiese atacado a ella quizás ahora sería yo la víctima. Porqué a decir verdad la relación con mi suegra siempre había sido de amor-odio. Pero ya había pasado todo y no era hora de pensar en "si hubiera sido de otra forma". Ahora tenía que explicarle a mi pequeña hija Andrea que ya no vería más a su malvada y querida abuelita.Sentí un ruido lejano, parecían las agujas de un reloj y esto hizo que me sobresaltara. Estaba un poco aturdida, ¿se trataba sólo de un mal sueño? Me dirigí al último cajón donde creía haberlo guardado y toqué algo frío y húmedo. Algo extrañamente húmedo en un cajón. Retiré la mano instantáneamente, me asusté, aquel objeto no me resultaba familiar, pero la duda me carcomía por dentro. La eterna lucha entre la curiosidad y la prudencia, pues yo, en el fondo, sabía que debería cerrar ese cajón para siempre y olvidarme de lo que había tocado, pero no fui capaz de resistirme y volví a introducir temblorosamente la mano. Mientras cientos de instantes paseaban fugazmente por mi cabeza, pensé que lo tenía todo embrollado, estaba perdida. Me había metido en un montón de negocios insensatos en lugar de pensarlos despacio y con método. Las facturas de los gastos de mi propia casa y de mis aventuras en el juego se acumulaban hasta el infinito.........Suspiré y me dispuse a esconder todos los rastros de mi acto. He de limpiarlo todo antes de que lleguen mi marido y mi hijo. Arrastré el cadáver hacia la bañera de la planta de abajo. Una sonrisa fugaz asomó en mi rostro cuando pensé que, a pesar de que tenía a mi suegra por una cabeza dura, su cráneo se rompió con bastante facilidad. Supongo que casi cualquier cosa se rompería con facilidad con un martillo de acero tan pesado.Lo primero era decidir que hacer con el cadáver, tenía varias opciones para deshacerme del cuerpo, pero debía pensar con calma, cuál sería la que contaba con menos posibilidades de no ser descubierta por la policía. También debía buscarme una coartada, mi suegra estaba de visita y muchos familiares lo sabían. Pero lo primero es lo primero, hacerla desaparecer.Barajando varias posibilidades, al final he decidido descuartizarla en la bañera, para después tirar sus restos en varios contenedores, para ello me iré a otra ciudad y puede que a otra provincia, tengo que echarlos a los de basura orgánica y la trituradoras de basura harán el resto. Creo que esa es la mejor solución por ahora.Pero, ¡mierda!, ¿cómo coño iba a descuartizarla si no tenía ninguna sierra? Afortunadamente, una bombillita iluminó mi azorado cerebro. Fui corriendo hasta la cocina y rebusqué en uno de los armarios. ¡Bingo! Siempre supe que los cuchillos de la Teletienda acabarían por servirme para algo. Ahora sólo faltaba comprobar si realmente eran capaces de cortar cualquier cosa, como afirmaba muy ufano el chinito que los anunciaba. Volví al cuarto de baño con mis instrumentos de trabajo y comencé la ardua y repugnante tarea. Con paciencia y esmero, con una exactitud pasmosa gracias a un interesante libro forense de un familiar, empecé a despedazar la rodilla. Introduje el punzante objeto contundentemente, el carnicero lo hacía, y no parecía muy difícil.Tras varios cortes, me ví sorprendida por la frialdad de mis actos, mis ojos se centraron en la sangre que todo lo inundaba y por primera vez fui realmente consciente de lo que estaba haciendo. Giré la cabeza hacia el inodoro y vomité. Sin poder mirar la bañera me senté en el suelo a llorar.


Blas de Lezo : las gotas de agua mezcladas de sal despegaban la sangre de mis brazos, como un rayo en pelan tormenta tuve claro que no había vuelta atrás, mi familia debía seguir pensando lo que pensaba de mi así que con el saco de las patatas que se había empeñado en hacer que le trajéramos de la aldea la envolví y me dirigí al acantilado que escarpado vigilaba el Cabo Cernuda a veinte km. del chalet. Estaba a punto de doblar la última curva cuando una patrulla de control de tráfico me paró
- Buenas tardes, control de alcoholemia...

jueves, 29 de mayo de 2008

A Cinco Estrellas


Lentamente se aleja la vista, sin mirar atrás como cuando se zarpa con rumbo a la mar en busca del puerto dibujado en la carta que imaginas tras la eterna línea que espera retadora allá avante.

Atrás quedan los momentos vividos, las personas encontradas, los desengaños descubiertos a boca de cañón. La nave de mi cuerpo sigue su curso que no es otro que el de un corazón podrido de latir como diría el gran Joaquín. Un corazón que intenta que sea la razón la que corrija el rumbo como faro del destino, aunque son muchas las olas, poca la envergadura de mi ánimo y a veces hay tomar rumbos inciertos antes de embarrancar.

Lentamente se acompasa mi ánimo, aguas inciertas acechan avante de mi nave, aguas que solo son eso, aguas, sin seres creados desde la ponzoñosa cultura del viejo paternalismo arbitrario, ese que dicta al gusto sus designios sobre tantas almas sin otro sueño que la normalidad. Temporales se plantarán a proa, huracanes nos sorprenderán, días de vino y rosas les seguirán, nada que no suceda ya entre mares y vientos naturales. Mi ánimo se crece cuando la vista del viejo Caserón a popa decrece.

Lentamente van despuntando los verdaderos motivos, la verdadera amistad escondida por los falsos tapices de falsas sonrisas de brillo letal. Mi nave se duele de los zarpazos de tanta ponzoña sufrida, pero es mayor el duelo por lo no hecho, por lo falsamente creído, por el daño pasivamente causado que sin excusa quedará ya eternamente dibujado en los costados de mi nave.

Conmigo navegan abrigadas entre el velamen que impulsa mi andar, mi Reina de la Habana, mi Señora del Rayo, mi Inés de Valdivia, mi Señora de Cenero, mi Dueña de Poago, todas brillan, han brillado y brillarán entre las alas de mi memoria.

Cinco estrellas, cinco dedos que hacen una mano con la que poder acariciar sin complejos y ambages la eterna amistad.


Gracias

miércoles, 28 de mayo de 2008

Noche sin Cielo

La proa del “Jarama” cortaba aquel agua semicongelada; el color blanco sobre el castillo de proa no hacía mas que deslumbrarnos a pesar de poco sol que lograba zafarse de aquellas nubes grises rayando el negro, pugnando por ser las dueñas del cielo. En el puente suspirábamos por alcanzar Bergen antes del atardecer del 24. A nadie le apetecía cenar en Nochebuena navegando en aquellas aguas oscuras donde la nieve, las nubes y cualquier efecto navideño estaban claramente en contra.

Mientras cada uno viajábamos con la mente a nuestras casas, cada uno imaginando los preparativos, las risas de los niños correteando entre las piernas de los mayores mientras escuchaban las historias de los familiares al llegar de lejos para la cena. Que si la carretera estaba hasta arriba de tráfico, que si has crecido mucho Carlitos, que si María consiguió un empleo en la petrolera. Besos y sonrisas tan lejos, mientras a bordo esperábamos la siguiente ola y ofrecíamos nuestro brazo izquierdo por arribar a tiempo. El brazo derecho ya se lo dejamos ofrecer a Nelson en Canarias por salvar su pellejo hace ya más de 200 años.

Mis ojos apoyados en el cristal del puente intentaban descubrir el destello del faro, Pedro, el timonel, miraba cada poco el radar como deseando que aquella inmensa distancia de cuarenta millas a los límites de Bergen se redujera de manera mágica. Lástima, aquello no era el videojuego de mis hijos en el que puedes comprimir el tiempo y arribar a Shangai desde Sidney en menos de dos minutos.

Imaginé por un momento que el paraíso estaba ahí, a proa del cadenote del ancla semioculto por la nieve. Se podían distinguir a mis amigos en plena batalla de bolas de nieve, varios niños terminaban de “acicalar” a un grueso muñeco de nieve con una alargada rama a modo de nariz. Podía sentir los rayos invernales que ya se recogían ante la inminente anochecida. Varios adultos fueron recogiendo a los niños mientras mis amigos también se fueron despidiendo, para guardarse cada uno en su hogar y celebrar una noche para unos religiosa, para otros simplemente familiar.

La voz de Pedro al timón me despertó de aquel sueño real

- Josu, no arribamos antes del maldito amanecer, la cosa esta cada vez peor, no hacemos ni dos nudos.
Ni siquiera moví mi cara del cristal , acababa de sentenciar aquello mi timonel cuando una lágrima abarrotada de sal se abría paso en mi rostro y en ese mismo momento la cresta de una ola, igual de cargada de sal, se llevó por delante la nieve del cadenote, todo lo que allí había vivido se esfumó engullido por las negras aguas que partía el Jarama sin piedad.

- Tienes razón, Pedro. Avisare al “viejo” y al resto…

lunes, 26 de mayo de 2008

Puente Viejo

Como puedo me abstraigo del metálico ruido que me alcanza
desde la infernal impresora que tantos bienes escribe
imaginando los rudos golpes de metal sobre el papel
como gotas que se posan sobre su limpia semblanza.

Gotas dulces, suaves como plumas del ave joven que muda
fluyen bajo ese pequeño puente sin orillas que lo angosten.
Oscuro, fresco y agradable frente al castellano sol de verano
se hace su ojo refugio para pieles ardientes sin miedo a la duda.

Puente gótico de un ojo viejo y cansado por ver y escuchar
palabras de odio encima, de temor a la negra muerte debajo.
El choque de espadas por un honroso paso, sangre le trajo
con besos furtivos entre amores prohibidos por el odio secular.



Puente sin comienzo ni fin, sin más, simple paso de almas
que vienen marchando de donde deseaban quedar.
Vieja piel de piedra y argamasa que siente sus pasos silenciosos,
mientras sus sueños percibe llover sobre el río como virginales piedras.

Sueños como los cantos, iguales los fabrica el paciente fluir
sentir, comer, vivir, descansar, amar, ser amado, morir.
Sueños que su ojo guarda entre riadas y secanos
Esperando que vengan al fin a descubrirlos las verdaderas manos.

domingo, 25 de mayo de 2008

Nostalgia Contenida

Estas imágenes son reales, solo queda esperar, aguantar y desear que todo funcione, que nada se pare. Fijar los platos a la mesa, atornillar la silla al suelo, desayunar, come o cenar y cada uno a su puesto.

Paciencia para poder conciliar el sueño cuando dispones de tiempo para descansar, compañerismo y contención en las miradas. Pueden pasar muchos días así. Recuerdo mas de cinco días al norte de Azores rumbo a Filadelfia en el que navegábamos escasamente 20 millas al día cuando lo normal son unas 350. Cada golpe de mar acostado te despertaba quedando a la espera de que el run run de las máquinas certificaran la vida del buque y su gobierno. Recuerdo salir a la carrera en una parada en medio de aquella batalla infernal.

No hay cubierta, tan sólo el color blanco barre la cubierta de nuestro petrolero.
Después la calma, los daños inimaginables si no se ven y tocan, no se creen.

En la imagen podéis ver la cubierta de un petrolero parecido a la de varios en los que viví diversas experiencias parecidas, mayores y menores. Viento duro de través, olas por la amura y cubierta castigada por Eolo y Poseidón con ganas de cobrarse una ancestral deuda.

Veo estas imágenes y algo renace en mi interior, una atracción mezclada de nostalgia por la verdadera libertad encerrado entre un rectángulo de 300 metros por 50. Un lugar donde se puede percibir la pertenencia a un grupo que enfoca los días a sobrevivir entre orilla y orilla, lugares que no son mas que anécdotas de la verdadera vida sobre la mar.

Esta tarde salgo a navegar a vela en un pequeño velero de 10 metros. Hace diez meses que no lo hacía y estoy deseando sentir el sabor salado de los rociones en mis labios. Volveré cuatro horas después, no cuatro meses mas tarde como en otros tiempos pero estoy seguro que hay mas días por la proa.

viernes, 23 de mayo de 2008

El Temporal

La nave va, aproada y firme al temporal
ciñendo al viento, ganando barlovento
luchando frente a Eolo, enfrentando a Poseidón
dioses furiosos en el despertar del letargo
donde la mar corre sin temblar jamás.
Entre crestas, valles y cuevas de sal
la nave sigue corriendo el temporal.

Sus marineros templan cabos bajo cascadas
de crestas rotas por la violencia del temporal.
El mascarón sumergido resurge escupiendo sal,
su capitán, impasible en su afán recibe mil sacudidas
sin sentir, sin temer que no es nada frente a la inmensidad
de un ser enorme con mil formas, un ente inmortal.

Descalzos, entre harapos y pedernal observan a su dios,
un gesto, un atisbo de temor y su fe se derrumbará.
Mientras su mente a todo vigila, su corazón son dos,
uno con sus hombres, otro con su ser y razón.
La proa se clava, como un fantasma desaparece,
eternos minutos hasta que lentamente vuelve
haciendo sentir que la vida en un cable se mece.


Ola furiosa que barre sin piedad la cubierta
mientras manos tensas se aferran a su regala de estribor
miradas con terror siguen la espuma huyendo por babor.
Gritos como lamentos desde poniente arriban
es Calypso desde su lecho llorando su amor.
Mientras, ellos no entienden, solo corren el temporal.

A todos, que día a día corremos el duro temporal de la consciencia.

jueves, 22 de mayo de 2008

El Camino y la Hora

Viaje al pasado, retorno al sueño deseado
mares inmensos entre orillas opuestas
soledades pobladas de gente sin respuestas
ante la verdad del camino vacío y desolado

Todo surge si tenaz y tozudo te mantienes
frente al desánimo por el golpe de calor reseco
que pretende tu pliegue ante el simple eco
que producen sus pasos sobre tu camino en ciernes

No temas, te grito desde la orilla que besa la Señora
salada y sensual que nunca su vaivén detiene.
El camino es tuyo, es ya el momento, ha llegado la hora.

Sus húmedos besos sobre mis resecos pies quieren empujarme
el susurro de la suave resaca después de cada beso me llama
te dejo ya en tu viaje, yo me despido pues ella me reclama.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Entre esos Tipos y yo...

El día pasó, las conciencias ya se liberaron, la marcha cada vez se ve mas cerca y algo me apena, es cierto. Es real pero no deja de ser duro la necesidad de que para lograr un paso en el esfuerzo por alcanzar la inalcanzable felicidad absoluta, ello suponga tener que alejarte de quienes dentro del siniestro Caserón a uno le hicieron feliz, le mostraron la solidaridad, el compañerismo, el afán por salir adelante con lo que uno tuviera delante, mientras los colmillos del desprecio brillaban, ahora algo mas mate en su tono, sin piedad.

Adiós a tanto hombre y mujer de paja que continúan reduciendo su quehacer a la espera de lo que, como perfectos sicarios de su sumo sacerdote, les depare cada mañana la dirección del viento que tal pontífice provoque. Agacharse ante el brillo artificial de quién créese dueño de las almas a quien también cree pagar. Solo es dueño de un pellejo ya caduco y falto de gas, al que unos invisibles asideros lo mantienen con vida.

El pan y la sal, por eso luchamos, por eso bregamos ante semejantes elementos empeñados en demostrar su escasa preparación como gestores y como líderes, empeñados en demostrar a todos su gran pobreza interior causando daño por el mero hecho de hacerlo, sin preocuparse por lo que, de boca y sin complejos, tanto alardean de sufrir y preocuparse. Son pequeñas almas enfermizas que ni siquiera tienen doble vida, sólo son lo que uno ve al cruzar su mirada, unos apuntando al suelo, otros esforzando al máximo su mirada al frente, pero siempre cayendo al final sabedores de su poca consistencia.

Cuando lo necesitan y en el nombre tantas razones que no comprenden, nos justifican sus motivos basados en listas tan negras como sus corazones mientras hunden proyectos, motivaciones y a quién prentenda, mientras trabaja, ser capaz de sonreir a quienes ellos no consideran merecedores de tal afecto, de simple esfuerzo pero de gran valor. Jugando con lo que no tiene repuesto, como la verdadera razón por la que algo se mueve, que no es otra que el verdadero amor por el trabajo a gusto con visión de futuro por el grupo, se lo cargan consiguiendo que lo que de forma chabacana, (sin arte, grosero, de mal gusto), arguyen contra tanta motivación de forma natural, acaban por lograr establecer asi todo un caserón sin motivación.

Y es que la toxicidad laboral es el peor veneno de una organización, sobre todo si esta se desparrama desde la cabeza.





Lo dicho, entre esos tipos y yo... hay algo personal

Entre esos tipos y yo...

martes, 20 de mayo de 2008

Hoy puede ser un gran día

Ya lo dice Serrat, “hoy puede ser un gran día”. Aún no se el tamaño que tendrá al final de él, pero como sigue su canción, “así me lo voy a plantear”. Las horas han pasado en esta primera mitad con la mente ocupada en actividades de poca creatividad, pero han pasado al fin.
Ahora quedan pocas horas para descubrir si las esperanzas se han cumplido.

Mientras tanto, la sensación de angustia se mezcla con las sonrisas que aplacan mi ansiedad por llegar al final del sueño deseado. El gran sueño perfilado casi desde el momento en el que la arribada de abrigo a este navío sucedió, hace ya más de ocho años; el sueño por fin se ha cumplido. Un sueño creado al descubrir las mentiras y falsedades de un mensaje que brilla por su falsa modernidad hasta que al primer viento saludable es desmontado en su armazón de cartón mojado. Han sido ocho años de continuas luchas internas entre la razón y la sinrazón del que oye crímenes verbales y ha de callarse, en el que uno ve cómo se cañonea la nave desde los propios cañones por el mismo comandante y sus pilotos. En los que uno comprueba cómo los marineros, artilleros, los criados de los pilotos, todos a base de titánico esfuerzo van luchando contra los agujeros a” lumbre de agua” que inundan la nave sin remisión.


A estas alturas del combate no hay bomba de achique que aguante tal caudal de agua; mientras, desde la cabina del infausto comandante se continúa escribiendo los castigos “al cañón” del siguiente domingo a tanto marinero “malo y sedicioso”. Al mismo tiempo el bloque, la flota combinada pública y privada que defiende nuestros cuerpos de hordas en forma de virus y enfermedades varias se aleja a ritmo pausado, como diría nuestro Mazarredo, en “conserva” y nuestro navío maltrecho en su dotación, en sus mínimos pertrechos, no resiste ya su marcha. Si el largomira del comandante de la flota tuviera a bien largar una ojeada serena, quizá mandara un “trozo de abordaje” y abordase así nuestro agónico navío. Mas no espero nada. Saben que defenderemos nuestro sector a muerte y así nos dejarán así morir sin más. Por desgracia, será más tarde un barco nuevo el que recoja nuestros restos cuando ya sea tarde para nosotros.

Para mi hoy puede ser un gran día, hoy puedo cambiar mi destino a otra nave, a una nave de cuatro puentes con una gran dotación que, como el magnífico “Santísima Trinidad” de hace doscientos años, navega de forma lenta y falto de maniobra pero que lo hace y por mí que afinará su andar. Mientras, ya sin calafate que selle las propias entradas de agua en la sentina, este navío de dos puentes que siempre fue recio y marinero se muere sin rada que lo recoja para su fondeo final. Rada donde mirarse a sí mismo, donde dejar con un fusil y una bala en ella a nuestro comandante por piedad, esa que él mismo desconoce por pura ignorancia, que ya lo decía Sócrates, “el mal es sólo fruto de la ignorancia”.











Oviedo, a 19 de Mayo de 2008

A los seis de cada martes

XII ( Dedicado a los seis de cada martes)


Calor, fuego en la mirada
luz intensa rayando la faz
muere la mente, huye la idea
estridencia en las voces
retumbar de conciencias.
Como un espectro el miedo fluye
poderoso sobre la estancia vacía
de aliento mortal sobre ojos borrosos
se ríe cruel mientras la sombra crece.
Al que resiste el corazón ennoblece
mas la duda que sobre el cable mece
llena su pozo de fieros presagios.
Jirones de fría espuma mortal
leones virtuales de abiertas fauces,
las manos abiertas, los brazos en cruz.


Inmóvil el cuerpo ante tanta inquina
resabio amargo de la resina del mal
donde los poros negruzcos del hollín infernal
desovan sus crías esperando la señal.
Lejos de ese mal pervive el viento
soplando desde el infinito final
donde esperan ver arribar
los ángeles negros con su pecado mortal.
Hacer cuentas, hacedles pagar.

lunes, 19 de mayo de 2008

Soneto a La Ceguera

Escucho tus voces rugiendo infernales desde la lejana mar
ellos atentos regalan “circenses”, pero olvidando los panem.
Lágrimas del hincha pues su equipo suscribe el requiescant in pacem,
maldita ceguera, locura injusta por sufrir sin pensar, sin reflexionar

Hambre y dolor bajo las botas de cualquier dictador
huracanes y terremotos, terribles juguetes de injustos dioses,
malditos si existen, malditos en sus mitras, báculos y adustas poses
con dos mil años, dos mil guerras entre sangre y dolor.

Mientras Cesar nos brinda y aturde con la palabra “consume”
la vida se seca, el ambiente se quema, la sed se mantiene
nada avanza mientras la calma y la paz con un mísero gol se alcanza.

No lo vemos ni conocemos, no lo sentimos pues no lo sabemos
Cambia el canal, no mires lo real, no sufras por nada.
Formosa, Corrientes, lugares donde el amor se cambia por nada.

viernes, 16 de mayo de 2008

Suave como las Dunas (y fin)

…Llegó el momento, teníamos que volver a ver al señor embajador y su imponente estampa de “gentleman”. Sorprendido, nos recibió en su despacho mientras terminaba de acicalarse aún más en el pequeño servicio que tenía dentro del despacho.

- Pasen, pasen y acomódense mientras termino. No contaba con verles tan pronto. Mañana sale su avión y creí que preferían descansar a pierna suelta.

Interrumpió para enjuagarse los dientes y en pocos segundos apareció con ese gesto que lleva uno recién se ha limpiado el rostro por la mañana. Nosotros mientras tanto nos mantuvimos serenos y en silencio observando cómo se enfundaba en su chaqueta y se sentaba al otro lado de la mesa.

- Muy bien, pues ustedes dirán.

Comencé mi discurso, ya llevaba unos cuantos monólogos últimamente y me estaba convirtiendo en un verdadero experto.

- La razón de esta visita tan temprana es simple y a la vez compleja. Hemos tomado la decisión de abandonar el servicio. Pero no a la llegada a Madrid, sino aquí mismo. Por ello quisiéramos que nos permitiese extenderle estas dos renuncias al trabajo que desempeñamos y que nos permitiera contactar a través de los sistemas de la embajada para transcribir el informe de nuestra misión desde la salida de Madrid hace ya más de dos semanas.

Aquel hombre no se esperaba semejante problema, cuando lo que estaba escrito en su agenda del día para esa hora era un café con bollos dulcemente servidos por su encantadora secretaria.

- Pero eso es imposible, han de volver a España, informar y luego largarse a donde les plazca. Esto no es una cafetería y ustedes unos simples camareros que cambian de bar. No les puedo permitir tal cosa y mi obligación es la de embarcar a ambos en el avión. Si luego lo secuestran y se van al País de Nunca Jamás eso ya corre de su cuenta.
- Lo comprendo, pero si nos permite una llamada al CNI estoy seguro que podremos acordar un arreglo. En el día de hoy podremos dejar listo el informe.
- Pero vamos a ver, qué más les da hacer esto en Madrid. Aquí no tenemos grandes problemas, vivo muy cómodo en este país y no quiero que las miradas desde Exteriores giren hacía este rincón del mundo. ¡No me jodan! Es normal que hayan descubierto el amor en diez días de tanta aventura, pero, créanme, se les pasará. Y en España hay un montón de lugares donde comenzar una nueva vida.

Aquel hombre era sincero al ciento, no quería problemas así que estaba seguro que podríamos negociar. Tenía un plan que se me había ocurrido. Le pedí que nos dejara media hora para comentar entre nosotros y seguidamente lo veríamos. Accedió. Mi plan no le gustó a Elvira, pero es que tampoco me gustaba a mí. Creo que era la mejor forma de lograr los deseos con el menor perjuicio para los tres. Al final Elvira accedió. Faltaba la respuesta de nuestro “gentleman”.

- Hemos pensado las cosas y creo que podremos llegar a un acuerdo. Mi compañera Elvira saldrá mañana para Madrid mientras yo me quedo aquí. El informe lo redactaremos los dos y ambos lo firmaremos. Ella será la que entregue este junto con nuestras cartas de dimisión. Es lo que hay y no tenemos intención alguna de negociar. Usted queda cubierto pues será en Madrid cuando ella comunique las “nuevas”.

Quedó pensativo aunque, por su gesto aquello le parecía bien. Nos despidió prohibiéndonos salir de la legación en tanto no le mostrásemos el informe listo y firmado, cosa que le prometimos entregar antes de la comida. Nos despedimos un poco apesadumbrados por el nuevo obstáculo, molesto, pero no determinante. Desde su despacho fuimos directos a la habitación de Elvira donde continuamos redactando el informe.

- Carlos, mañana nos separaremos, quizá cuando llegue a Madrid y pise mi casa, mi despacho, quizá cuando charle con mis amigas, mis colegas y vea que todo ha sido una bonita historia pero que la vida real esta ahí serena expectante frente a mi despacho, a mis sábados por la noche, a mis soledades cómodas y seguras frente a todo este abanico de sensaciones nuevas que desconozco donde terminarán. Quizá entonces decida regresar a ellas y abandonarte.

- Quizá... solo quizá, Elvira. Mi hermano y yo zarparemos rumbo a la Isla Reunión, son 3.000 millas para echarte de menos, para darnos cuenta que fuiste una bonita historia que recordar en las aburridas singladuras sin viento. Quizá al arribar a San Denis no vea tu silueta sino la de la historia bonita. Sea lo que sea habrá sido justificado.

Ella me miró algo sorprendida por la respuesta y se acercó casi piel con piel. No le debió gustar aquello que dije con tanta sinceridad y me cogió del cuello mientras con los labios casi rozando los míos me dijo

- No vuelvas a decir algo así. Estaré allí esperándote en un mes, ni un día mas, así que ya puedes cazar bien la escotas y ganar todo el barlovento que sepas.

Nos besamos, nos reímos, acabamos el informe y lo entregamos dejando tranquilo a aquel maldito engreído que nos representaba tan lejos. Por la tarde fuimos juntos a ver a nuestro hermano. Su aspecto era ya el de un crucero para surcar los siete mares de la ilusión. Supervisamos las reparaciones y azuzamos al sumiso capataz. Nuestra última noche juntos en Mascate fue así, como si fuera la última. Yo al menos lo creí así y de tal manera “lo di todo”.

Al día siguiente nos despedimos en la entrada de la legación. El gordo taxista se llevó a Elvira al aeropuerto, mientras yo esperaba otro que me dejara en mi nuevo hogar, entre las cuadernas de mi hermano. Aún tendría casi una semana de reparaciones, ajustes y compra de equipamiento pero tenía claro que cazaría todo el viento que Eolo me diera para arribar en San Denis y recoger el cabo de amarre de manos de Elvira...






“Sólo aquellos que se arriesguen a ir demasiado lejos podrán saber lo lejos que pueden llegar”

(T.S.Elliot)

miércoles, 14 de mayo de 2008

Soneto a la brasa que nunca ardió

Quiere ser ceniza de una falsa revolución
brasa de un fuego por sí apagado
brasa que aspira el aire con gesto amargado
que no se rinde en medio de su patética rebelión.

Carbones gastados en la vieja hoguera
repleta de periódicos de viejas nuevas
historias crepitando, gritando como fieras
luchando por huir sin poder salir afuera.

Sueños gastados por la mano del desprecio
arrojados como viejos y grasientos papeles usados
olvidando que no tuvieron luz, desnudando su precio.

Lumbre que seguro nunca prenderás
pues no existe llama sin calor ni madera.
Solo ceniza eres y así, entre negro polvo vivirás.

martes, 13 de mayo de 2008

Suav e como las Dunas (19)

…Dejamos aquella cena tan insípida junto al vino de uvas desconocidas, cogí de la mano a Elvira y salimos sin pausa del comedor. Busqué al GEO de la puerta pero habían cambiado el turno, así que le pedí al nuevo que me llamara al taxista de la tarde. No pasó mucho tiempo entre la llamada y que, de un frenazo, aquel coche ahora totalmente parecido a un verdadero árbol navideño del mismo centro de Nueva York se plantase frente a la embajada. El mismo hombre gordo que me atendió por la tarde salió como un rayo deslumbrante rasgando con aquella dentadura la noche de Mascate. Se apagó, se apagó en un instante tan rotundo como un segundo después de soplar las velas de una tarta; fue vernos y perder su potencial negocio que prometía como tantas noches de correrías a través de los lupanares “chic” preparados para los occidentales.
- ¡Ah! Hola. ¿A dónde de esta vez?
- Al mismo lugar y como antes. El silencio relaja.

Una mueca de desprecio se adivinaba en aquel rostro desde su sumiso proceder al abrir la puerta a Elvira, que se confirmó con el portazo posterior. Arrancó sin encomendarse a nadie, los veinte minutos de trayecto para mí fueron veinte almohadones sobre los que apoyaba mis ilusiones cumplidas. Y cumplidas bien, pues decidido quedaba mi rumbo tan solo a la espera de fecha, mi hermano y yo enfilábamos al fin nuestros sueños algo perdidos durante algún tiempo, cumplida también quedaba mi oferta a Elvira; mi deseo de llevar con nosotros a quien podría hacer de los tres el triángulo perfecto, la que nos separase cuando uno quisiera escalar la ola más alta mientras el otro sólo deseara vomitar a sotavento las sardinas que pescamos la marea anterior. El vértice sobre que el nuestras proas serían los lados que se abran o se cierren según brille el sol o arrecie la tormenta. Confiaba con la fe ciega del creyente ortodoxo en que Elvira embarcase con nosotros, pero a cada segundo de fe ciega le seguía otro de duda terrible por perderla. “Lo que sea, será” solo me atreví a pensar eso y a soñar, simplemente.

Nos dejó en aquella noche estrellada frente a la entrada de los muelles deportivos. La verdad es que se percibía un buen ambiente en los locales del muelle, le dije al taxista que nos buscara a medianoche y esta vez le di cuarenta dólares de propina. La noche era clara y calurosa, de los bares del muelle deportivo llegaban los sonidos de músicas mezcladas con los golpes de los cabos y velas recogidas contra los palos movidos por la brisa que huye de tierra la mar durante la noche. Caminábamos decididos aunque sin apretar el paso, conforme nos acercábamos mi inseguridad se tornaba evidente, yo había previsto traerla a la mañana siguiente, no contaba con que aquellos tipos del astillero fueran tan rápidos. Alcanzamos el astillero y allí estaban, dos focos enormes de 2000 watios a cada banda del fearless mostraban la febril actividad cuando su “negrero” me vio. Con grandes reverencias se acercó a nosotros

- Buenas noches Sir, buenas noches le deseo Lady. No esperaba su visita a estas horas, estamos trabajando a destajo y mañana tendrá su barco a flote para sentirlo.
“Sentirlo”, “Después de todo este hombre parece que sabe de lo que habla”, me gustó volver a escuchar esos términos de un barco.

- No se preocupe, ¿podemos subir a bordo?

Con un gesto hizo que todos detuvieran los trabajos mientras desde el fearless largaron una escala de gato por la que ayudé a subir a Elvira. La cubierta tenía mejor aspecto a la luz de aquellos faros. Entramos por el tambucho y el olor nos hizo recular. De un suave empujón obligué a entrar a Elvira. El camarote de popa estaba destrozado pero era amplio y las habilitaciones de cocina, mesa de cartas, camarote proa necesitaban un buen remozado. Cogí de la mano a Elvira y me lancé
- Elvira, os presentaré, este es mi hermano alguien a quien he encontrado después de buscar y dar tumbos por medio mundo sin saber que estaba en todos los barcos que iba encontrando por cada costa perdida. Está enfermo, pero el tratamiento lo pondrá en forma antes de lo que piensas. Yo también estuve enfermo, de soledad entre la gente, de pobreza entre nóminas y gastos de viaje astronómicos, enfermo de amor por no tenerlo, por no saber esperar a que sea la ola la que me lleve sin empujarla hasta deshacerla. Mañana le daré 10.000 euros y aún me quedan otros tantos para poner a punto en material y provisiones. El sur, su hemisferio nos está esperando sin más, siempre soñé con doblar el cabo de Buena Esperanza, alcanzar El estuario de La Plata, Buenos Aires. Trabajar, buscarnos la vida entre él y yo… y quizá tú. Volver a casa, sabiendo que nuestra casa estará ya siempre entre sus cuadernas cuarteadas que fraternalmente nos recogerán cuando estemos cansados, cuando estemos ansiosos por abrazarnos, por amarnos, cuando las olas enfurecidas no quieran dejarnos vivos en cubierta. Poder hacer fondo frente a la Isla de Izaro y entre las miles de gaviotas como testigos pedirte por esposa a los dioses de la mar. ¿Vendrás?

En toda mi vida pasada nunca supe que de mis labios pudieran salir tales propuestas, supongo que la razón reside en quién es quien está frente a ti, en qué es lo que se siente cuando de verdad se siente. Elvira había olvidado la herrumbre y infecto olor a cerrado del Fearless. Solo me besó, solo nos besamos y si pensó lo que yo pensaba en aquel momento, entonces pensaba en lo que nos quedaba por delante, sin pensar en lo que dejábamos atrás. Salimos fuera y bajamos por la escala de gato, despidiéndonos de aquellos hombres que continuaron con el trabajo. Aún quedaba tiempo hasta medianoche así que lo celebramos en uno de aquellos bares del muelle. Había ruido, pero nosotros ya solo hablábamos de los nuevos proyectos, rumbos, días hasta alcanzar la Isla de Reunión, lo que haríamos al llegar a Buenos Aires. Quién sabe, podríamos adentrarnos y conocer el interior del país. Imaginamos tantas cosas que nos olvidamos de todo y tuvimos que correr hacia la salida del puerto para no enfadar a nuestro orondo taxista.

Durante el trayecto hacía la embajada quisimos besarnos, pero el terrible olor del ambientador al máximo con el que nos regalaba el taxista, animadas por sus toses de fumador de puros “King size” nos quitaron las ganas. Llegamos a la embajada, pagué al taxista y nos fuimos juntos a dormir. Su habitación daba al sur, se podía ver la luna sobre el golfo de Omán y decidimos dormir en la terraza, al día siguiente ya habría tiempo de "pedir la cuenta al CNI" por valija diplomática…

domingo, 11 de mayo de 2008

Soneto del Humano, la Verdad y la Razón.

Tormentas rasgando la oscura madrugada de sueños que enfadados despertarán
a la loca vida consciente que sin duda tara la verdadera libertad de respirar,
sin poder ya pensar en el que pasará, sin pensar en si al menos ellos volverán.
Vida serena, aburrida y consciente, vida falsa e hipócrita que no permite amar.

El puente de piedra ya aburrido se deja flotar sobre tantas personas
como troncos que fluyen por el cauce de una verdad turbia que sin bondad tortura
a las mentes, a los tipos que no conoces, a las personas que deseas cruzar entre miradas
mientras la razón cae derrotada por el dedo acusador de su dios al describir su tonsura.

La razón es terca seduciendo a la verdad con susurros, mas no se concede prisa
que no es de tal guisa la manera de alcanzar que ambas pervivan en semejante unión,
sino en la de real espera de la primera en su mansión mientras la segunda despistada aún acusa.

Llueve, las gotas rudas golpean con el ritmo propio del reloj que marca el tiempo huyendo.
Mis ojos caen y mis sueños crecen al unísono, arrullados por las que ahora golpean,
pobres ilusas, ya las veo en mi sueño como delicado vapor de nuevo a los cielos ascendiendo.

sábado, 10 de mayo de 2008

Suave como las Dunas (18)

… desde el asiento trasero del mercedes le dije lo que quería,

- No será difícil, quiero acercarme al puerto donde nos recogieron esta tarde. Me dejará allí y quiero que me venga a recoger para cenar a las nueve en la embajada. ¿Ok?
- De acuerdo pero... yo podría llevarle a otros lugares mas intensos, con mas diversión, en el puerto no encontrará nada mas que aburridos barcos y tripulantes y a las fiestas de los yates sólo se va con invitación... desde otros lugares que yo podría enseñarle.
- Lléveme al puerto, por favor.

El dorado brillo de su dentadura, seguramente orgullo de toda su familia, se borró y en un mutismo casi violento me dejó en menos de quince minutos frente a la entrada del puerto deportivo de Mascate, le había dejado sin un buen “pico” con las comisiones que le darían los locales a los que me llevaría. Le di veinte dólares, recordándole que viniera a buscarme sobre las nueve menos cuarto. Limpio, con ropa nueva me sentía seguro paseando por los muelles de hormigón del puerto deportivo. A mi derecha brotaban pantalanes repletos de yates que crecían en tamaño conforme alejaba la vista hacia la bocana, a mi izquierda una hilera de establecimientos náuticos semidesiertos, ropa náutica, concesionarios de famosas marcas de yates, bares “chic” de ricos amantes de la navegación sin esfuerzo, repletos de rubias insinuantes y bronceados occidentales vestidos de ropa de marca, tiendas de “delicatessen” donde comprar el caviar para degustarlo a dos millas del puerto; un sinfín de típicas estampas de un puerto deportivo en cualquier parte del mundo, quizá este con algo más de dinero circulante que para eso rebosaba el petróleo a pocas millas al norte.

Lo que yo buscaba estaba escondido entre algún aparejo o espejo de popa seguramente sucio, un cartel que dijera “for sale” pegado a algún velero sin pretensiones, al que contagiar las ilusiones crecientes y los sueños permanentes de volar hasta topar algún día con aquella Isla de Izaro que abandoné frente a Bermeo un 22 de julio de no sé que año del pasado siglo. Pensaba en Elvira, quería tener mi propuesta en firme confirmada antes de la cena. Sólo disponía de 22.000 euros en mi cuenta que podría transferir de inmediato y mi tarjeta con un crédito de 3.000 más. No podía contar con lo que tuviera Elvira, pues quizá para ella todo fue bonito mientras duró y quizá ya todo había terminado. Mi mente y mi cuerpo se perdieron en tales disquisiciones, sólo mis ojos se mantenían escrutando aparejos y popas, así transcurrió la primera media hora, conforme me alejaba hacia la bocana los barcos aumentaban en tamaño y seguramente en precio. Llegué al final comenzado mi tornaviaje algo “cautivo y derrotado” justo en el rompeolas cuando vi una pequeña instalación, en la parte protegida del golfo un pequeño astillero estaba afianzando un velero de unos 9 o 10 metros de un imaginario color blanco tras la costra de musgo y porquería. El palo mayor estaba combado y la proa parecía mas la de una aplanadora de carreteras que la de un yate de proa gorda, debía haberse chocado contra algo duro y grande. Me acerqué, con un gesto pedí permiso a los trabajadores para echar un vistazo e imaginarme su pequeña historia; seguro que la tuvo y aunque no acertara estoy seguro que podría soñar despierto con alguna de las que había vivido escuchando al abuelo Alejandro hace ya mas de 20 años en sus grandes cruceros. La popa, algo mas sana, dejaba entrever el nombre de aquél difunto; “Fearless”, “debió de serlo” pensé, explicando un poco de esta manera su estado lamentable, algún hecho inesperado se cruzó en su navegar que lo sacó de su rumbo haciendo zozobrar en algún maldito bajío que como todos lo hirió de muerte a traición.

Quizá porque cada minuto allí me llevaba otro minuto en paralelo a mis fuentes de vida, empecé a verlo como un hermano mayor al que le había pasado lo que a mí. Un “extraño”, como un azar, nos puso frente a frente de nuevo a los dos, podíamos recuperar nuestra vida. Casi podía sentir que aquel palo combado me hacía gestos, me llamaba, me prometía cazar todos los vientos para los dos. Corrí al que parecía el capataz de aquella pequeña tropa de carpinteros de ribera, mecánicos y pintores de brocha gorda. En mi inglés mas británico y flemático que pude representar le pregunté de quién era el velero y si estaba a la venta.

- No lo sé, sir. Vaya a la oficina allí detrás y le dirán algo.
- Gracias.
A unos cien metros, incrustada entre varias rocas, había un pequeño edificio de una sola planta donde estaba la oficina, un cartel un poco grandioso para lo que lo rodeaba decía “Halaia Shipyard”. Entré empujando la puerta sin necesidad de timbre, pues el roce de ella contra el suelo hacía de tal. Al hombre, que me dijo ser descendiente de la más antigua familia de pescadores y constructores de los mismo bajeles con los que la reina de Saba visitó al Rey Salomón, me dijo que aquel barco lo había comprado en un viejo apartadero de barcos varados en Yemen y quería reformarlo. Le ofrecí 10.000 euros en doce horas, no hizo falta más, el barco ya era mío. Le prometí 1.000 euros más si lo hacía flotar, limpio y presentable, mañana sobre el mediodía. Una señal de 200 dólares bastó para que mi familia estuviera ya con los grandes de la patria árabe. Nos despedimos quedando para el mediodía del siguiente día.

Como un transporte militar, el orondo taxista a bordo de su taxi me esperaba con el motor en marcha. Esta vez no salió, no era el cliente prometedor que pensaba al recogerme dos horas antes. El trayecto de vuelta fue tan silencioso como la ida, me vino bien aquellos casi 20 minutos de trayecto para asentar las ideas y ver cómo “venderlas” a Elvira. La verdad, es que cuando llega el momento, lo que uno dice tiene poco que ver con lo que quería decir, pero había que hacerlo. Elvira esperaba en la pequeña antesala del comedor del personal de la embajada leyendo uno de los periódicos atrasados que llegaban desde España.
- ¡Por fin! ¿Dónde te habías metido? Fui a buscarte a la habitación pero no estabas y en la portería me dijeron que habías salido. ¿Y esa mirada? Algo me dice que me vas a contar algo interesante…
La empuje suavemente hacia el interior del comedor con una sonrisa en los labios, nos costó un poco encontrar una mesa lo suficientemente pequeña y así nadie pudiera sentarse con nosotros para que le contáramos chismes de Madrid o algo de nuestra odisea. Por fin cogimos nuestras bandejas de comida y nos volvimos a sentar con una botella de vino entre ambos.

- Salud, Carlos Buenaparte. Por nosotros y el regreso a casa. Tengo unas ganas locas de arrebujarme en mi “enorrrrrrme” sofá frente a una buena película, mientras el frio se hace dueño de la ciudad.

“Vaya, y yo con una chatarra flotante como propuesta, da igual, es el momento”, llené los vasos de aquel vino de no sé qué viñedos y tragué un buen sorbo de mi vaso antes de “entrar a matar”.

- Salud, Elvira. La verdad es que el sofá de mi apartamento no me llama mucho, para mí que aún deben estar las migas del último bocadillo de chorizo que comí esperándome ansiosas para seguir molestándome al echar la siesta. Realmente no tengo grandes cosas que me atraigan en Madrid. Casi creo que acabaré echando de menos esta comida con este vino tan poco agraciado mientras puedo mirar delante encontrando tu mirada y no el busto parlante de las noticias de las nueve.

Ella sonrió mientras hacía el gesto de brindar por mí. Aquella sonrisa lo justificaba todo así que continué sin opción a interrupción.

- Elvira, la propuesta que te dije a bordo del “Spirit” no era el delta de un rio de besos bajo la luz de tantas estrellas. La propuesta era algo que no podía decirte en ese momento, pero que ahora sí. Cuando tu te echaste a descansar en una verdadera cama, yo fui a buscarla y cuando pensaba haber perdido la suerte apareció en forma de un pecio con ganas de que alguien lo amase como yo te amo a ti. Su nombre me convenció y sus gestos hacía mi fue lo que definitivamente me empujó sin miedo al fracaso. Ese miedo que siempre me hizo fracasar de verdad ante ti y ante tantas posibilidades de vidas sin explorar. Así acabé escondido entre las misiones con nombre supuesto, con poco que decir y poco que compartir. Esta misión, este viaje obligado que ha abierto tantos poros que nunca había imaginado abrir me ha demostrado que es el miedo el que fabrica mas miedo y logra el fracaso...

Ella escuchaba, me miraba, entre sorbos de vino y nada de comida, creo que la que tenía miedo ahora parecía ella. Ese miedo que es mas una intuición sobre algo que no podrás eludir contestar y que nunca te perdonarás la contestación, sea la que fuere.

-...pero el fracaso, el miedo y el miedo a este se quedó en la frontera de Pakistán. Ahora encontré un hermano imaginario que quiero presentarte mañana antes de que desayunemos en un pequeño café algo “chic”, pero que creo que podremos soportar. Mi hermano tiene nombre inglés, se llama “Fearless”, esta algo enfermo y tocado por el olvido, pero en menos de un mes creo que podremos hacernos los dos a la mar. Me contó que tiene una deuda con los cuarenta bramantes algunas miles de millas mas al sur y le he prometido ayudarle a saldarla. Antes le dije que me gustaría conocer si el ardor, la furia suave, y el calor que generan mis sueños contigo podrían compararse con el Eterno Volcán en erupción de La Fournaise. Con aquella voz herrumbrosa y su aliento de sal antigua me dijo que su única condición era la de que quien esos sueños me producía habría de posarse sobre su pecho con forma de cubierta para conocerla, para saberla como yo la sé. Sabía que entre mis brazos y sus cuadernas, la erupción de cualquier volcán no sería capaz de romper lo que ya creía como verdad eterna.


Yo la miraba mientras decía todo aquello que simplemente salía de mi boca directamente desde el corazón, sus ojos eran ya vidrios que habían estallado suavemente dejando unos suaves ríos de aguas de mar sobre aquel plato de arroz ya frío. Agarró mi mano con suavidad verdaderamente firme y solo acertó a decirme

- Carlos, vamos a ver a tu hermano, ahora mismo...

jueves, 8 de mayo de 2008

Suave como las Dunas (17)

... Fue el día siguiente un dulce navegar bajo el azul celeste, empujados por el viento que nos ponía en franquicia Mascate millas avante. Durante la noche tuvimos que navegar pendientes de cualquier destello o sonido, evitando a los mastodontes del petróleo que no se detendrían ante una miniatura como nosotros. Como digo, la travesía fue calmada durante el día, no topamos con patrulleras con ganas de “facturar” algún obsequio, todo por la seguridad de sus aguas territoriales, no vayamos a confundirnos. Peter y Ángela fueron unos anfitriones que, a pesar de su corta conversación, nos trataron con gran consideración, siendo aquellas 36 horas a bordo del velero del que recuerdo su nombre en inglés, “Spirit”, una recompensa inimaginable después de tantos malos momentos.

El viento arreció algo al final de la tarde como queriéndonos dejar ya en tierra firme, el puerto deportivo de Mascate algo alejado del comercial nos abría sus pantalanes como a verdaderos turistas rebosantes de dólares, enormes barcos a motor, algunos con incipientes festejos a bordo, mujeres que se distinguían por el reflejo de las lentejuelas de sus vestidos, camareros con la pajarita apretada hasta el último botón, hombres vestidos a la usanza árabe entremezclados por occidentales. Por lo que se podía uno imaginar, allí no se debía observar el principio estricto del Islam referente a la ingesta de alcoholes de alta y baja graduación. Desde aquellas potenciales bacanales nos saludaban efusivamente apoyados sobre las regalas de la cubierta, a lo que respondimos de igual forma pareciéndonos nuevos ricos a nosotros mismos.

Habíamos arriado la mayor y la Génova mientras nos aproximábamos al pantalán B4, allí nos esperaban dos hombres a los que Ángela había avisado en uno de sus innumerables correos y transmisiones cifradas.

- Bienvenidos a Omán. Soy el agregado naval de nuestra embajada, mi nombre es Pedro Martín. Este es Alfagiri, les llevará su equipaje.
- Encantado, señor Martín, pero puede decirle a Alfagiri que no le necesitamos, todo el equipaje lo llevamos encima.

El gesto del agregado fue de aburrida sorpresa, el no estaba para estas cosas en aquel destierro al que le enviaron desde su paraíso en la embajada de Papua. Desde aquel vergel lo tuvieron que sacar manchado por sus “vicios y malas costumbres”. Después me enteré que aquel hombre era un protegido de “alguien” con poder en Madrid, gracias a la “protección” tan solo le “castigaron” en aquél destierro donde sus vicios, como en todos los lugares, existían pero las penas eran menos laxas y nadie lo quería en Madrid. Nos despedimos de la pareja nórdica, silenciosa y agradable a la vez, a bordo del “Spirit” y en el coche de la embajada fuimos directos a ver al embajador.

La embajada era otra más, un edificio situado como las demás embajadas, en un lugar de reciente construcción con los oportunos GEO de guardia en la entrada. No era aquél un país en el que la actividad diplomática fuera muy intensa, salvo los envíos y felicitaciones entre su Sultán y nuestro Rey, algo que gusta mucho de hacer a todos los monarcas y sultanes árabes y de lo que nuestro rey aprovechaba, poco más se “cocía” en aquellas latitudes. Como uno podría comprender, nosotros éramos la atracción de la aburrida temporada estival que ya acababa con el inminente septiembre y su Ramadán amenazante sobre el cogote de todos los que allí tenían el destino. Nos recibió amable el Embajador, Don Calixto Peñarrey de la Torre, hombre totalmente distinto al que dejamos en Pakistán, tez bronceada de lámpara, cabellera frondosa entrecana, mas alto que yo y vestido como un verdadero señor, aroma de perfume masculino caro y gemelos de oro con el escudo de España que dejaban entrever un omega deportivo de oro en su muñeca izquierda, un “dandy”. Estaba claro que su vida allí era placentera y nosotros una diversión entre tanto “hedónico pasar”.

- Sean bienvenidos a este trozo de España, Señor Buenaparte y Señora Vallina. Espero que nuestro agregado naval les haya correspondido como merecen.

Aquel tono grandilocuente me reventaba viniera de quien viniera, he estado junto a grandes personajes del ámbito político en España y no se las daban de “grandes de España”. En fin, había que aguantarlo y largarse de allí.

- Muchas gracias señor embajador, estamos encantados de pisar por fin territorio “amigo” y quedamos a su disposición.
Miré a Elvira con un gesto de sorpresa y le seguí la corriente, esta Elvira me recordaba peligrosamente a la Elvira de Madrid. Siguieron ellos manteniendo la conversación, mientras yo hacía de “estatua”, no aparentaba mi estampa la del David de Miguel Ángel precisamente, pero si posaba con cierta dignidad.

Llamó a la secretaria, por cierto, estupenda mujer, no me extrañaría que ambos fuesen algo mas que embajador y secretaria; le dio las indicaciones oportunas para que nos dieran alojamiento en la embajada y nos dejaran descansar. Mientras esperábamos frente a ella a que un conserje nos llevase a las deseadas habitaciones, la secretaria nos indicó que el siguiente vuelo a Madrid sería pasado mañana 31 de agosto con escala en Zurich. Aquellas 48 horas de espera para la partida eran un respiro para mi antes de caer en la realidad, en la terrena angustia de la soledad entre 4 millones de habitantes; esas horas me daban la opción de cimentar mi propuesta. Seguimos al conserje hasta la cuarta planta donde se encontraban las habitaciones. Elvira me dijo que después de la ducha se iba a echar una siesta hasta la cena, que nos anunciaron a eso de las nueve de la noche, así que nos despedimos hasta entonces. Yo ya tenía decidido lo que iba a hacer después de asearme en un buen baño de rosas, sales y todo lo que me hubieran dejado en la enorme bañera que me encontré en la habitación.

Solo gel y champú fue lo que encontré, bueno y un reproductor de CD con el concierto en Directo de Supertramp en Paris, son ya demasiados años desde la pruimera vez que los escuché en aquel casette "mono" que compartíamos en casa los tres hermanos. Fue toda una experiencia de burbujas relajantes en medio del bullicio parisino. Sobre las siete salí de mi habitación, una vez fuera le pregunté al GEO de guardia si me podría llamar a un taxi. Llamó al taxista que siempre trabajaba con ellos, que apareció en pocos minutos. Un Mercedes C- 200 de color negro rayado de verde en los laterales de su techo paró en el acceso. De la puerta del conductor apareció un hombre bajo y gordo, que supuse calvo bajo un turbante a cuadros rojos y blancos al que no le vendría mal un lavado. Su escasa estatura comparada con aquella enorme circunferencia le daban la perfecta forma de un tente tieso que vomitaba humo a cada calada de aquel inmenso puro.



- No se asuste por la pinta, es de confianza, lleva muchos años llevando y trayendo personal de esta embajada. Es discreto al cien por cien... ya me entiende.

El GEO me guiñó el ojo como suponiendo que salía a buscar algún tipo de modalidad relajante no confesable. Le seguí la corriente y dejé que aquel esperpento de bola con melena de tela a cuadros me abriese sumisamente el coche. En cuanto entro a su puesto se giró para ofrecerme cigarrillos y puros, mientras me preguntaba a donde quería que “le llevara” dejando ver una larga hilera de dientes de oro que asustarían hasta a una amante ciega. Intenté esbozar una sonrisa que dudo alcanzara la cotización de aquel oro en alza últimamente en la bolsa de metales, creo que el taxista no esperaba el destino tan poco ususal para un extranjero…

martes, 6 de mayo de 2008

Suave como las Dunas (16)

…Durante la maniobra y navegación cercana a la costa nos mantuvimos “guardados” en el puente por si nuestra presencia despertara alguna sospecha entre tanto curioso en el muelle. Ninguno de los que navegaban en aquel pesquero hablaba inglés, sólo el patrón se dejaba entender entre aquellos dientes con poco futuro y muchas millas de caries marinera. En la carta que me entregó Alwan las cosas estaban bastante claras; a bordo de aquel pesquero con el nombre local de “Konarak” navegaríamos unas cien millas rumbo sudoeste, debíamos tomar contacto con un yate de bandera británica para hacernos pasar por turistas rebosantes de libras, euros y ganas de dilapidar sin pensar en el mundo real. Otras cien millas mas y atracaríamos en el puerto de Mascate, capital de Omán, donde nos esperaba nuestro delegado de la embajada para sacarnos del país en el primer avión hacia la vieja Europa. También nos decía que mantuviéramos las manos cerca de nuestras armas, sólo por seguridad pues la tripulación de aquel barco era “segura”, no había nada que temer, habían cobrado sólo la mitad y debían regresar para recuperar la otra parte, creo que esto último fue lo que verdaderamente me tranquilizó.

La costa se esfumó, porque fue así, porque es así, desde pequeño aprendí de mi abuelo que no es la nave la que se mueve, sino la mar sobre la que uno navega. Solo hay que desear navegar, embarcarse y los mares se moverán hasta dejarte donde desees. Así lo aprendí, así lo viví y así lo sentía y contaba a Elvira, que comenzaba a ver los mares como yo casi había olvidado y guardado en un viejo arcón con mis recuerdos en el desván de aquella isla de Izaro, donde encontré los viejos pilares de mi vida y a donde sentía poco a poco regresar.

A pesar de su aspecto desvencijado, oxidado, con muchos billetes para el desguace, en dios sabe que apostadero repleto de niños esclavos que no merecieran esa vida, ni por mil razones occidentales sobre el libre comercio y la libertad de los países, bueno, pues a pesar de su pobre imagen, estimo que daríamos mas de los diez nudos. A aquel ritmo alcanzamos el punto de encuentro sobre las seis de la tarde, atardeciendo, retirándose el sol agotado otro día mas sobre el desierto de Arabia que imaginaba millas mas al oeste. Una hora después de continuo balanceo a la deriva pescando calamar, dos señales luminosas atrajeron nuestra atención, había que estar seguro de que fuera nuestro velero, pues aquella zona es de tráfico intenso con buques hambrientos de petróleo hacia el Pérsico que se cruzan con sus hermanos repletos de aquella pasta negra y maloliente, navegando a máxima velocidad para llegar a tiempo al rico occidente y así saciarlos de su “mono”, de su adicción enfermiza a su ya único dios llamado Consumo, sustentado por una energía que agoniza.

Nos despedimos de aquella gente con la sensación de que eran ellos los que celebraban nuestra marcha mas que nosotros, al fin y al cabo éramos una “carga” molesta y nuestro desembarco era su recompensa al arribar a puerto. Puedo decir que fue como pasar del negro al blanco, del apartamento a la mansión. Aquel velero de un solo palo con sus seguros 45 pies de eslora, daba para recorrer el mundo sin echar de menos la tierra serena. Sus dos timones a popa en medio de una bañera que, mas que eso, parecía un circo donde corretear los caballos en círculo bajo el látigo del domador; bajamos a las habilitaciones y en ya medio de aquella especie de salón, nos sorprendió su amplitud, los tres camarotes enormes con sus aseos independientes. Perdón, no he comentado nada de los tripulantes; es cierto, pero con aquella maravilla brillando sobre la mar casi daban igual. Era una pareja de nórdicos, de una edad indefinible entre los cincuenta y sesenta, parecía la típica pareja de jubilados que habían hecho de aquella embarcación su nave de Caronte, con la que surcar sus últimas lunas a través del océano. A veces me maravillaba los sistemas de huida y camuflaje que desarrollaban desde la OTAN. Aún recuerdo los sistemas rudimentarios que tuve emplear para escapar de Tánger y alcanzar Ceuta, cuando el CNI era el antiguo CESID y los medios eran mas, digamos, “patrios”.

Nos despedimos del pesquero que continuaba faenando, que no iba a ser cuestión de perder el beneficio de la pesca y embarcamos en aquella mansión a vela.

- Bienvenidos a bordo. Mi nombre es Peter y el de mi compañera es Ángela. Vamos de viaje de placer entre Sudáfrica y Omán. Estamos dando la vuelta al mundo y nos toca arribar en Mascate que es su capital. De allí zarparemos hacia las Maldivas a pasar el invierno. Me diréis que os importa todo esto, pero algo tendréis que contar si alguna patrullera curiosa que quiera alguna botella de whisky o cigarrillos y nos aborde para pedirnos los papeles…

Aquel hombre rubio, aunque ya cano, con la piel bronceada y unos dientes insultantemente blancos continuó explicándonos todo acerca de nuestra falsa travesía mientras Ángela, como si fuera nuestra madre, nos preparaba unas latas de comida al vapor y escanciaba dos cervezas en sendas jarras heladas sacadas recién del mismo congelador. Aquel trabajo estaba muy bien, “tendré que solicitar cambio de destino”, pensé mientras apuraba la primera cerveza fría en los últimos diez días.

Teníamos más o menos día y medio hasta arribar a Mascate, así que nos pusimos cómodos, aquella extraña pareja no nos molestó más, el continuaba marinando aquel estupendo velero, mientras ella, entre capítulo y capítulo de un libro en noruego al que no podría deletrear su título, comprobaba el radar y enviaba algún mensaje cifrado a no sé dónde. Cogí a Elvira con mi mano derecha mientras con la izquierda tomé prestada una manta ligera que sobresalía del tambucho. Con un gesto de complicidad le di a entender a Peter que nos íbamos a proa, a lo que él me respondió con un lacónico “ok”. Nos tumbamos con el palo mayor acomodado en nuestras cabezas, la noche poco a poco había refrescado el aire húmedo y coloqué aquella manta sobre nuestros cuerpos. De vez en cuando algún suave golpe de mar metía la proa en la siguiente ola evitando así que el sueño venciera a nuestras mentes.

- Esto no estaba en el libro de ruta, ¿eh? Un crucero por el golfo de Omán, gratis y con tripulación a su servicio, señora.
- Carlos, en mi vida creí encontrar tantas sensaciones, cosas y sentimientos en medio de la huida, la tensión y el miedo. A mí, que mi objetivo siempre fue llegar a ser la embajadora en un país relevante para ganarle la partida a mi padre y sus frustraciones por “ese hijo que nunca tuvo”. Y tu haces de remate, aquí contigo, el tío mas gilipollas, con el que no se me ocurriría nada que no fuera reirme de ti, navegando en un yate por el Índico sin sentir la necesidad de nada más, tan sólo que el viento deje ya de soplar.
- ¡Ja!¡Ja! Me da que, aunque sople, el Peter este mete motor. Esta clara que él nos deja en puerto como lo pone escrito en su frente algo cuadriculada. ¿De verdad no sientes la necesidad de nada más? Yo creo que sí y eso de que el viento deje de soplar me ha confirmado las dudas.
- Explícate, Carlos. No sé si taparme los oídos...
- Ahora no, Elvira, deja que arribemos, tengo una idea y una propuesta y necesito que no la pienses demasiado.
- Pero…
No la dejé seguir, un cálido beso que me supo a la sal marina que se iba pegando poco a poco en sus labios me dijo que no habría negativa. Esta vez fui yo el que di la espalda a las estrellas, mientras Peter mantenía el rumbo a Mascate devorando millas suavemente sin más fuerza que las de sus dos alas blancas…

lunes, 5 de mayo de 2008

SONETO A LA ESTULTICIA REAL. (Dedicado a la voz de su amo)


Dueto amargo y triste en su brillo irreal,
elegancia contrita a su misma superficialidad.
Miradas sin hondo, voces sin personalidad
que golpean ruidosas el suelo sin fe, sin deseo real.

Pequeño humano de infame vozarrón entre nicotina,
pequeño y maldito rebosante de olor a bañal
sin piedad, destruyes sin pausa la flor del rosal,
la risa del otro que inocente devora ansioso tu inquina.


Aturdís a todos; soberbios, creéis que sin precio al final,
mas gratuitos dolores serán los que habréis de pagar.
Y si ahora no es, ya os veré en el juicio final.

Tal juicio donde tan cerca estaréis del patíbulo mortal como estrecho
seguro tenéis el grosor de vuestra holgada y podrida conciencia.
Así paciente espera la espada de Damocles a que haga justicia de “a hecho”.

sábado, 3 de mayo de 2008

Suave como las Dunas (15)

...Con el frío ártico de aquella noche desértica acabamos refugiándonos en el interior de la cueva. No sabría decir la hora, debía estar amaneciendo cuando un golpe seco, metálico de una culata de AK-48 me sacó de del paraíso para caer en la caverna real en la que me encontraba. En un agreste inglés aquel hombre, enfundado en ropajes y arena, me obligó a levantarme a mi y a Elvira. Casi sin pensar salimos al exterior donde un golpe de luz terminó por despertarme a la vez que me cegaba.

- Buenos Días, señor Buenaparte y esposa. Perdón por nuestro retraso pero las tormentas de arena mas al norte son duras y no avisan. Mi nombre es Alwan- Hafiri y con gusto los llevaremos hasta Chambahar y embarcarlos con rumbo a sus vidas occidentales.
- Gracias, señor Hafiri, mi esposa y yo le estamos agradecidos y quedamos a sus órdenes hasta nuestro embarque.
- ¿Tu esposa? Ya me dirás cuando te dije sí.
- Supongo que será una forma de que sus hombres te quiten un poco la mirada o de que me maten a mi para casarse contigo

No le hizo mucha gracia aquello a Elvira, pero a pesar de todo continuamos con la historia. Alwan era el jefe de aquellos hombres, era de mi altura aunque no se si eran los ropajes, pero casi me doblaba en anchura de espaldas. Parecía un hombre resuelto en su forma de comportarse, supongo que en aquel ambiente de extrema dureza las dudas se pagaban incluso con la vida. Con dos ordenes cortas y supongo que claras y concisas nos entregaron ropajes similares a los suyos y dos camellos. Cogimos las cuatro cosas que nos importaban del todo terreno, las dos 9 mm. y el teléfono satélite y montamos aquellas bestias con alguna ayuda; una vez convertidos en trashumantes , mercaderes al viejo y antiguo estilo de Marco Polo nos pusimos en marcha con rumbo sur por la ruta tradicional. No nos dirigieron la palabra hasta la primera parada mas que para pedirme las llaves del Range Rover. Se las di y uno de ellos, atando el camello a nuestro metálico compañero de huida marchó en dirección norte. Un día después lo vimos regresar, se acercó a nosotros con una sonrisa como una mueca desagradable en la que se distinguían varios dientes y varios huecos y me devolvió mis llaves, creo que lo vendió o lo quemó, bueno, más bien lo segundo.

Aquellos casi tres días de éxodo me permitió reflexionar, pensar en mi mismo, en las razones por las que uno hace las cosas, por las que justifica los impulsos. No llegué a coclusión alguna, nada mas que a la paz que suele arribar al corazón después de intentar pensar en ello y no encontrar mal ni remordimiento alguno. Recordaba cada página de ese sueño despierto para mi que fue vivir el desierto en la lectura de “los Siete Pilares de la Sabiduría” de Lawrence. La lucha interior de un hombre fuera de serie, mientras llevaba un puñado de árabes a traves del inhóspito desierto árabe por compaginar sus convicciones en una mente que se desdoblaba en su fidelidad a su patria y su lealtad a las tribus que lideraba. Las horas entre cada descanso para dormir una o dos horas al principio de la noche y comer al mediodía refugiados en alguna cueva o sombra de loma gastada, pasaban lentas pero completas. Elvira para mí era otro componente de la caravana mas, nos veíamos en las paradas sin grandes efusividades y nos despedíamos hasta la siguiente parada con simples miradas que lo encerraban todo.

Hubo un pequeño periodo en el que seguimos en paralelo hasta cruzar la carretera que unía Iranshar con Chamabad, apenas había tráfico y en poco tiempo nos alejamos de su visión. Al tercer día superamos una cadena de suaves lomas que nos ocultaban la belleza de Océano Índico, impresionante estampa deslumbrante en su color azul intensamente claro, encantador de miradas, capaz de hacernos vivos de nuevo, brillante como las antiguas civilizaciones a las que acariciaba con desgana. Acampamos al pie de las lomas hasta la anochecida, momento en el que entramos en la ciudad portuaria.

Nos alojamos en una fonda cercana a los muelles pesqueros embriagados con aquel olor a fuel, pescado podrido y mar domado. Estaba claro que aquella fonda les servía de base para aquel tipo de actividades. Estábamos destrozados físicamente, simplemente nos duchamos sobre el primer plato de ducha que vimos desde que dejamos la embajada en Islamabad y dormimos profundamente hasta la madrugada del día siguiente, ni siquiera los tres días de separación, la proximidad de nuestros cuerpos, cálidos, limpios y sin el miedo a ser descubiertos consiguió que no hiciésemos nada mas que dormir.

De la misma forma que cuando nos encontraron hacía ya cuatro días Alwan, en silencio, nos sacó de allí antes de la amanecida y no llevó hasta uno de los pesqueros que estaba alistando los aparejos y las últimas provisiones para hacerse a la mar. Quedamos en el muelle junto al que me había entregado las llaves del todo terreno. Mientras esperaba la salida de Alwan me emborraché del sonido de los muelles justo antes de la amanecida, el ruido de los motores que daban la energía para alumbrar aquella actividad sobre cubierta, los puntales y las grúas estibando y recogiendo los últimos pertrechos, el ruido de algunos niños con sus madres despidiendo a sus hombres, que zarparían en minutos y sin saber a ciencia cierta el dia de su vuelta y si ese día estaba marcado en algún calendario. “He de volver a casa”, pensé mientras cogía de la mano a Elvira. Recordaba mi vida anterior a mi muerte en vida en el CNI, había olvidado el sonido del agua sin pensar en algún submarino, o la luz de la luna sin buscar reflejos de armas.


- ¿En que piensas, Carlos?

La miré y sonreí, no podía decirle todo lo que sentía agrupadas entre unas míseras palabras en medio de una huida. En ese momento Alwan-Hafiri bajó por la plancha, me entregó un sobre y con un gesto me deseó suerte mientras volvía hacía el interior de la ciudad. Subimos a bordo donde nos esperaba un marinero que nos acompañó al puente de mando mas parecido al de un transbordador de río que al de un pesquero de altura, palpé en mi bolsillo derecho el perfil del teléfono satélite por sentirme seguro y saludé al que parecia el capitán o patrón del pesquero...

jueves, 1 de mayo de 2008

Suave como las Dunas (14)

... En cuanto la polvareda volvió a su origen pudimos ver un acceso con el aspecto de la madriguera de un lémur. Fui por la linterna al coche, trinqué un cabo al todo terreno y lo amarré a la cintura, no fuera que entre tanto inesperado evento acabara devorado por algún enorme estómago maléfico de milenarias digestiones. Elvira quedó fuera mientras yo bajaba por aquella suave rampa a modo de escalera que oscurecía conforme me internaba en ella. No podía distinguir nada al principio, la extrema luminosidad exterior había cerrado mis pupilas como las de un gato, poco a poco fui abriéndolas hasta llegar a distinguir todo un conjunto objetos inesperados e incluso pude distinguir una caja que parecía el típico cuadro eléctrico de un edificio. Me acerque a él y gire la llave de base triangular que colgaba de una esquina que liberó el cuadro. A la luz de la linterna mi sorpresa aumentó, en inglés venían rotulados todos los interruptores, fui siguiéndolos hasta encontrar el oportuno rótulo que decía, “main switch”, estaba claro, subí el contactor y la luz se hizo.
- ¡Elvira! ¡Baja, por favor, vas a alucinar con esto!

Aquello era toda una pequeña base secreta en miniatura, encontré las baterías que suministraban aquella celestial luz justo detrás un pequeño generador “Kawasaki” con su correspondiente depósito de gasolina y algún bidón extra “a su vera”. Justo enfrente una puerta de aproximadamente un metro veinte de ancho ocultaba algo que me costó abrir, gracias a Elvira conseguimos llevarla hasta la mitad. Hacía mucho tiempo que aquella estancia no había sido pisada por algún curioso. Recorrimos sus secretos con la linterna penetrando en su oscuridad, sintiéndonos como Howard Carter en su tumba egipcia y mortal. Aquella sala era una estación de comunicaciones de hacía mas de 30 años, sé algo de radios y transmisiones y estaba seguro de que aquellos equipos databan de finales de los 70.

- Esto es una base de comunicaciones antigua, Elvira. Por lo que veo reaprovechada por nuestros aliados, pero está claro que esto fue alguna base secreta cedida en los tiempos del Sha a los yankees.
- No sé lo que harían aquí, pero al menos nosotros podremos descansar al fin.
- Tienes razón. Por el ancho de la rampa creo que hasta podremos ocultar el coche, si no completamente, casi todo y aprovechar el toldo para tapar lo que sobresalga. Antes voy a ver si puedo arrancar el generador.

Así lo hicimos. Aquel “Kawasaki” arrancó a la primera sus 15 Kw., se veía perfectamente que estaba cuidado de forma regular por algún servicio oculto, quizá la misma caravana era la que se dedicaba a ello. Con el generador en marcha puse las baterías “en carga” y bajamos el coche hasta ocultarlo con el toldo que había dejado tirado en aquella arrancada anterior. Fui conectando todos los interruptores que quedaban en el cuadro eléctrico de forma progresiva, lo que fue iluminando diferentes huecos excavados en la gruta que no habíamos detectado con las luces que alimentaban las baterías, en la que encontramos víveres deshidratados, un depósito de agua potable y todo un arsenal de armas cortas y subfusiles. Cuando me di cuenta ya había pasado casi una hora imbuido entre tanto descubrimiento, mientras tanto Elvira debía llevar el mismo tiempo recostada sobre el asiento del copiloto descansando. La observé con placer y un deseo de taparla con una manta me asaltó de forma inexplicable, quizá fuera algo animal, instintivo, no lo sé, quizá simplemente fue fruto de aquel calor algo atemperado en la gruta. Al final decidí hacerlo y taparla de forma quizá paternal, a mi acción llegó su reacción arrebujándose entre la suave manta y el respaldo del asiento. Quizá ese fue otro momento de felicidad de aquella inesperada expedición que nunca hubiera imaginado cuando firmé como agente del CNI. Con la calma y las horas aún para el anochecer me dormí encajonado entre dos sillas viejas de aquel centro de comunicaciones de tonos “setenteros”, propio de alguna película bélica de mi niñez con Gregory Peck al mando de alguna estación Polar.

Pasaron varias horas hasta que un susurro, como una ligera brisa se coló suave en mi oído vocalizando mi nombre. Abrí los ojos frente a los de Elvira, sonreía, no era la que había claudicado bajo el Sol justiciero del mediodía pasado. Cogí su mano y me levanté, el suave run-run del Kawasaki nos acompañaba en nuestro silencio compartido. Las sorpresas me inundaban y yo me dejaba inundar, una estupenda mesa sin radios viejas y cuadernos marchitos por el tiempo con extraños códigos de enemigos vencidos nos esperaba con una pequeña lámpara de gas a “medio gas” y una cena de exquisitos productos liofilizados “made in Frankfurt by NATO”. Solo pude mirarla borroso de felicidad, distinguir su silueta con la de nuestro vehículo destrozado tras ella en contraste y abarcar con mis manos aún dormidas sus mejillas para no parar de besar su piel reseca de tanto esfuerzo contra el sol.

Comimos y bebimos agua de los manantiales alemanes de Apollinaris, “reserva de 2003”, y salimos fuera al frescor del anochecer para esperar a nuestros salvadores. La plancha de madera, junto con algunas mantas viejas, nos sirvió de improvisada tumbona frente a las duras y frías temperaturas nocturnas. Cabeza con cabeza fuimos nombrando a todas las estrellas que se nos presentaban sobre nosotros, como un juego fuimos nombrándolas, Andrómeda y Perseo, Sirio, Polaris. Concursábamos por descubrirlas el uno antes que el otro, justo al señalarle victorioso la situación de Dubhe, me abrazó suavemente mientras comenzaba a besarme dándole la espalda a tanto brillo lejano. El concurso había terminado y mi estrella seguía brillando, mientras aquellos meteoros lejanos agotaban su existencia a millones de años luz de allí...